EL PROCESO DEL DUELO ANTE LA MUERTE DE UN SER QUERIDO. ESTRATEGIAS TERAPEÚTICAS
El duelo es una experiencia dolorosa (duelo=dolor) que va unida al concepto de pérdida, "quedar privado de algo que se ha tenido" (Neimeyer, 2002).
Las variables que determinan la elaboración del duelo son complejas pues dependen de aspectos individuales y del valor que se le otorga a la pérdida.
La muerte de un ser querido produce un gran impacto psicológico que será más intenso cuanto mayor sea la vinculación emocional que se haya tenido con esa persona.
Este tipo de pérdida dará lugar a lo que se denomina "proceso de duelo"; se trata de un proceso de readaptación que pasa por una serie de estados y que se resuelve con la aceptación de la pérdida.
A lo largo de la historia, se ha estudiado el proceso del duelo a través de distintos modelos explicativos. La mayoría de los autores coinciden en que, tras la muerte, se produce inicialmente un estado de confusión o embotamiento mental, necesario para mitigar el impacto emocional e ir interiorizando la pérdida.
Tradicionalmente se entendía el proceso del duelo como algo universal y a la persona en duelo como un sujeto pasivo que iba pasando por una serie de etapas y sin que pudiese hacer nada al respecto.
Actualmente existen otras teorías que consideran el duelo como un proceso activo, en el que la persona puede hacer algo para manejar su dolor.
Worden propone varias tareas que debe realizar una persona en duelo para asumir la pérdida de forma adaptativa:
- Aceptar la realidad de la pérdida, tanto del hecho de que ya no está como de vivir las emociones que este hecho genera.
- Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida, permitirse sentir las emociones (rabia, ira, tristeza, etc.).
- Adaptarse a un medio en el que la persona está ausente. Es necesario continuar con la vida cotidiana dándole un nuevo sentido.
- Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo. Se trataría de recordar a la persona fallecida de una manera adaptativa.
Se entiende que el proceso del duelo puede ser condicionado por numerosos factores: personales, sociales, relacionales y los relativos a la muerte.
Aunque el duelo ante la muerte de una persona querida, en sí mismo, se puede considerar un proceso normalizado, cuando por su duración, intensidad o contenido se complica, nos podemos encontrar ante un duelo mal elaborado (complicado o patológico) que puede requerir de un tratamiento psicológico.
No obstante, lo habitual es que las personas no necesiten atención terapeútica y, en todo caso, ésta ha de utilizar las técnicas más sencillas posibles: acoger el dolor, contacto físico, empatía, escucha activa, normalización de los síntomas, etc.
Cada persona, a partir de sus circunstancias individuales, familiares, sociales, sus creencias o cultura, debe recorrer su propio camino hacia la reconstrucción y reorganización de su vida. Es un continuo donde el ser querido fallecido se recuerde y se reincorpore (de alguna manera) a su historia vital.
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