EL DUELO EN PERSONAS CON SÍNDROME DE DOWN

  Las personas con Síndrome de Down no difieren del resto de las personas en cuanto a los sentimientos que pueden experimentar ante la muerte de un ser querido; sufren del mismo modo, les inquieta la pérdida y pasan por un proceso de duelo, aunque expresan el dolor de forma distinta (sobre todo si nos referimos a personas con un nivel de retraso moderado o severo).
  
  Hay que tener en cuenta que estas personas se caracterizan por un tipo de pensamiento concreto, que procesa los datos con más lentitud, que no comprenden el concepto tiempo, que necesitan un mundo estructurado con pocos cambios en sus rutinas.


  Estas características hacen que no respondan de forma inmediata ante la muerte, puesto que les cuesta más elaborar sus sentimientos. El duelo se desarrolla a un ritmo más lento, de modo que sus reacciones ante la pérdida se pueden desencadenar mucho tiempo después de que ésta haya tenido lugar y como consecuencia de otro hecho estresante que acontezca en esos momentos.

  No se debe minimizar el sufrimiento que padecen. La noticia de la muerte debe darse de forma concreta, se les debe permitir participar en los rituales (si así lo desan) para que no se sientan aislados o rechazados sino parte de la familia.

  Las personas con Síndrome de Down son muy sensibles a los cambios. Necesitan reglas, normas y rutinas para su supervivencia, por lo que, cualquier modificación en su vida les afecta. Por lo general, este malestar por los cambios no lo suelen expresar verbalmente sino a través de su comportamiento. No es extraño que muestren cuadros de ansiedad, estrés o depresión cuando se ven sometidos a cambios en su entorno.

  Por ello, como indica Montserrat Montés Germán, para ayudar a una persona con Síndrome de Down en el proceso de elaboración de su duelo es necesario tener en cuenta los siguientes factores:
  • No provocarles excesivos cambios. En la medida de lo posible, deben conservar sus hábitos, rutinas y entorno.
  • Se les debe hablar de la muerte de forma clara y sincera, sin insistir sobre lo sucedido.
  • Tratar de que estén tranquilos y no se preocupen demasiado.
  • Hablar del fallecido con normalidad dentro de la familia. Se pueden usar videos, fotos, etc. para ayudarles a expresar las emociones.
  • No ocultar nuestros sentimientos. Aunque a ellos no les gusta vernos tristes, deben aprender a compartir lo que se siente para poder identificarlo.
  • Elaborar sus emociones con la ayuda de la familia y de los educadores.
  • Dejar que se expresen siguiendo sus ritmos y su tiempo, ellos necesitan afrontar la pena cuando estén preparados.

  Lo importante, en todo caso, es que sientan que se les quiere, se les comprende y se les apoya para que vuelvan cuanto antes a la normalidad, a pesar de la pérdida.







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