LOS TRASTORNOS DE COMPORTAMIENTO Y EL ACOSO ESCOLAR EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA: REVISIÓN CONSTRUCTIVISTA. UNIV. SEVILLA.

  El estudio psicológico de las conductas antisociales y violentas abarca un extenso campo de diagnósticos e intervenciones clínicas, a la par que provoca un especial interés por su relevancia social, ya que estos comportamientos constituyen verdaderos problemas de salud pública. 

  La conducta antisocial se define de forma muy amplia como un contínuo que va desde alteraciones menores a conductas claramente delictivas, de carácter intencional. 
  Esta definición no establece diferencias entre comportamientos del desarrollo normativo ni adaptativos dentro de un contexto social determinado, ni contempla el significado que se le atribuye a la conducta agresiva o violenta, siendo éste un componente indispensable tanto en el diagnóstico como en la intervención. 

  Se han desarrollado dos tipos de categorizaciones relacionadas con la conducta antisocial, una basada en criterios diagnósticos de la psicopatología y otra en el establecimiento de distintas tipologías de agresión o violencia.

  Partiendo de la base de que la agresión o la agresividad pueden cumplir un cierto papel adaptativo y, solo la violencia se considera un tipo de agresión socialmente injustificable, donde hay una intencionalidad y un intento de control por parte del agresor, a la vez que un importante desequilibrio de poder entre ambas partes, se cuestiona si los menores pueden ejercer esa violencia.

  Hay cuatro ámbitos en los que los comportamientos de los menores pueden ser considerados como violentos: el bullying o acoso escolar, la violencia filio-parental, las conductas violentas hacia el profesorado o hacia la pareja adolescente.


  En cuanto al bullying es un fenómeno complejo en  su definición, evaluación e intervención. Variables como baja impulsividad, bajo autocontrol y baja empatía forman parte del acoso escolar.

  La perspectiva constructivista comparte la idea de que los trastornos de conducta reflejan una realidad en proceso, en la que los/las jóvenes acosadores construyen una visión del mundo hostil, caótica y amenazante, deteriorando progresivamente su proceso de socialización.


  En la intervención con comportamientos antisociales y violentos y, dentro de éstos, con el bullying en el contexto escolar, es necesario, por lo tanto desde esta perspectiva, tener en cuenta los significados personales de los protagonistas y el marco del desarrollo moral para comprender y predecir sus objetivos, siempre adaptados a cada situación individual.

  El desarrollo moral, al relacionarse directamente con las normas y los criterios de éstas, es un elemento fundamental para el trabajo con cualquier persona violenta.

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